Lloro sangre.
Mi corazón se ha encogido dos veces. Camino rápido para salir del mundo, camino rápido, sin correr, para no caer. Sin mirar atrás, solo adelante, no quiero perder el rastro de la muerte que va delante. Es veloz la desgraciada.
Gota a gota caen.
Una vos solloza, un final, ¡Díganle que calle!. Canta una canción de ajenjo, una que llora. Bajo su tul negro, el rostro más triste. La llamó, parece no oír. Sé que ella canta porque su vos llega como suspiro.
No veo, por el rojizo sabor de la sangre.
No hay amor, no hay dolor, ni vida ni muerte, solo YO, solo YO. ¡Concédeme ese favor, oh TÚ!. ¿Qué haces ríes o lloras?, Contesta ¿Ríes o lloras?. Lloro, y mi llanto es dulce, saco de mí el amor, el poco que conocí.
Mí vos, no quiere cantar, solo observa.
Yo elijo, soy libre. Mis venas, secas, tienen sed. Sedientas de amor, sedientas de odio. Lloran sobre el lodo de la vida y sus excrementos manifiestan. Rasgas mi piel callosa. Muéstrate, Fuego Eterno. Que vives de nuestros sentimientos. Que te alimentas de nuestras lágrimas.
¿Qué sucede?. Los vientos lloran un poema.
Haya, miran con otros ojos, lo que oculto, lo que amparo. ¡El amor, mi más pura necesidad!. Llora la noche, ríe la mar. La tercera casa invoca su posición. Una apariencia me ha engañado. No recuerdo aquella primera mirada que me trajo a este mi camino, por este mundo medieval.
Las estrellas caen.
Una virgen canta, una virgen llora. Muerte tu que te adelantas en solo tres pasos. No caigas en el tártaro, no huyas. El más allá de esta necedad canta la esencia de todas las cosas. Camino.
Sigo caminando, pero no corro; de pronto, las montañas dejan su lugar para tocar las estrellas, que parpadean su dolor ante El Espíritu frondoso. Es un presagio, el eclipse, la oscuridad toma su trono sobre el sol. Una virgen muere, canta a mis oídos.
Puedo tocar las nubes con la mirada, saborear el amargo cáliz del pacto. Me equivoque, no alcanzo tu fruto. Llora tu sobre mis pies, lávame de la vida. Llora el cielo, ríe la mar. ¿Cómo llegaste hasta allí?.
¡Que no cante su dolor!.
Dime que hago aquí, solo me dejaré desfallecer y en caída libre besare las ultimas estrellas. Escupes mi sangre, la has hecho maldita y en mi mente grita. Solloza música entre mis manos camina.
A la muerte canto, con desprecio por la diferencia.
Corono a la soledad. Un sueño llega, la verdad calla. Maldita sangre, en ella se lava la vida. Susurra una muerte, me espera, me cubre, me anhela... llego no fue el ocaso, una ultima gota de amor brotó en mi mirada.
Vacuidad.
Entre abrazos y plegarias, comenzaban su ritual. El que con una tempestad me magulla y ciertamente hace muchas mis heridas sin motivo. No me otorgara el tomar yo aliento fresco, porque sigue hartándome de amarguras. Le dice al sol que no brille, y en derredor de las estrellas pone su sello.
Limpio mi alma, lloro.
Tomo un rayo de luna, en la gélida tarde. Ansío tras la madera mirar. Yo y la tierra, solo yo y ella. Allí cuando la calma este presente, acompañado por la soledad, pero al fin solo, implorare, limpiare mi alma, ya no llorare.
Se hizo presente una infiel sinfonía, que nadaba en recuerdos, ahí encuentro la plenitud. Soy un erial, una rosa oculta, fruto del dolor de sacrificios. Sentí mis ojos profundos. Una sonrisa tirada al aire y allá en la estrella más lejana, taciturna, se encontraba sentada la noche.
Ellos me ensortijaron.
Los pabilos de la soledad danzaban a mi lado, una mala versión del Lago de los Cisnes. Pase por los frutos más deseados, carnales, frutales y espirituales. Sientes, ¿Sientes tú la v ida?. Siente LA MUERTE. Tú Anciano de Días, siente correr mi sangre entre mis tejidos, el pulmón presionando mi corazón petrificado, las bolillas de mis ojos girar. El espinazo, acariciando mi cabeza.
El Sodoma y Gomorra universal.
Él encima, sentado en la nebulosa más grande lloraba mi perdida. ¡No escondas tu árbol de mí!. Busque una mirada fría, un hermano, un amigo, un amante, un algo o mejor un nada. Solo, era mi Tao.
He aquí hoy por hoy todo lo que ambiciono.
Las palabras de amor, gloria, la poesía no suena al oído como antes. Mi corazón una masa incandescente y liquida que poco a poco se va enfriando. Solo cantos celestes.
Rojos ojos del Vidente, sigo aguantando.
Esclavizado, mando mi orgullo al carajo. Nos arrancamos los corazones, entregándonos a la divagación, solo ella y yo. En mis ojos habla la azur envidia de un duende. El antipoético Divino, en su trono procura la cosecha con su chuza.
Desperté.
Invoque al más bajo, ¡Oh Dulce Satán! Y entre los árboles susurraba el aire. Invoque al Altísimo y su sombra cubrió el sol. Entumecida mi mirada, busco refugio en el narco de la vacuidad. Suplicaba una respuesta del séptimo cielo o del más bajo de los infiernos.
Rugía en mi interior.
La sangre toco la tierra, he impugne quede. Hablo, por mi alma, pues estoy en busca de un exorcismo de vida. ¡Muerte llora mi vida! Condenado estoy a vivirla, sin poder amarte. Pero espera amiga mía, guarda en tu seco corazón un asilo para mi pecho. Mi suplica sé que la escuchas. Hoy ya no embriaguez mi vista, pues canto un suave susurro, que solo lo oye el viento.
Muy interesante la forma en que expresas las cosas, me agrado mucho poder leer ademas de sentirme identificado. Continua asi un abrazo
ResponderEliminarFernando